El Jueves Santo celebramos la Última Cena del Señor, rememoramos aquel momento de entrega de Jesús, en la cual avanzó su sacrificio. Desde muy antiguo la Iglesia el Viernes Santo no ha celebrado la Eucaristía, por este motivo el Jueves Santo, se reserva la Eucaristía para poder comulgar el día siguiente.
El sentido, pues, no es tanto el de la adoración, como el de la comunión un día que no se celebrará la Eucaristía. Aunque este día lo hacemos más solemne. Y nos quedamos en vela hasta medianoche.
Casa Santa a la Capella del Corpus Christi de la Seu. Foto de Donald G. Murray |
A partir de este momento, no es el tradicional “monumento” el que adquiere importancia, que pasa a un segundo término, sino la Cruz, árbol de la vida. Pues, ¿cuándo podemos adorar, propiamente y solemnemente la Eucaristía?
En la Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. En torno a esta celebración, deberíamos no sólo festejarlo por las calles, sino muy especialmente y largamente adorarlo en nuestras parroquias e iglesias.
Mn. Pere Oliver, Vicedelegat de Catequesi i Liturgia.